Sucesión en 1880.

Al acercarse el final del periodo presidencial de Porfirio Díaz, retornó la agitación política. Protasio Tagle y Justo Benítez habían estado realizando una serie de maniobras para colocar en el Congreso a seguidores suyos que respaldaran sus prestaciones presidenciales. Benítez, el candidato que parecía tener mayores posibilidades, fue labrando su propio su propio desprestigio debido a su excesiva y notoria ambición al poder, mientras que se acrecentaba la imagen de Porfirio Díaz, al grado de que algunos de sus segidores propusieron se permitiera por una sola vez la excepción al postulado de no reelección. El presidente Díaz rechazó está propuesta, al declarar que jamas admitiría ser reelecto, pues eso sería ir encontra del espirítu que hizo triunfra a la Revolución de Tuxtepec.

La negativa de Díaz a aceptar ser reelecto dejó camino abierto para los aspirantes a la presidencia. El primero en declararse candidato fue Trinidad García de la Cadena, siguieron Justo Benítez, Juan N. Méndez, Manuel María Zamacona, Ignacio Mejía, Ignacio Vallarta y el general Manuel González ( amigo del presidente y su más cercano colaborador en la Revolución de Tuxtepec). Benítez era el candidato más fuerte, pero el más desacreditado; respecto a los otros, existía mucha insertidumbre y ninguno parecía llenar por completo los requisitos para ser el sucesor de Porfirio Díaz, además de que éste demostraba no estar en favor de alguno de los candidatos.

No obstantes, dejaba crecer la impopularidad de Benítez, mientras que disimuladamente apoyaba a Manuel González, y cuando estuvo seguro de que la animadvertsión contra Benítez hacía imposible el apoyo a su candidatura, comunicó de forma discreta, pero clara, que su gobierno " protegía" la del general González. La declaración ocasionó que se multiplicarán las adhesiones a favor del general Manuel González, incluso de parte de alguno benitistas, y en septiembre de 1880 fue declarado presidente electo.

Por primera vez en un cuarto de siglo, la transmisión del mando ocurría sin que se perturbara el orden. El general Díaz entregó el poder al nuevo presidente el 1° de diciembre de 1880; sin embargo, ese mismo día, la actitud asumida por algunos ministros del gabinete gonzalista dejaba entrever que Porfirio Díaz seguiría siendo la figura central.

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